La Liturgia y el Pueblo de la Antigua Alianza

La palabra Liturgia proviene del griego: leiturguia, (leiton-érgon): acción del pueblo, o mejor dicho, acción a favor del pueblo. Originalmente, toda acción gratuita de personas o grupos a favor del pueblo en general, como los juegos olímpicos, juegos públicos, etc., era llamada “Liturgia”.

En ese sentido, al surgir y desarrollarse el Pueblo de la Antigua Alianza, Israel, en el devenir del tiempo y las circunstancias atestiguadas por las Sagradas Escrituras, referidas en este caso a los Escritos que contienen la Ley y los Profetas, se gestó como inspiración divina, el culto oficial de los sacerdotes del Antiguo Testamento a favor del Pueblo de Dios, es decir, la Liturgia hebrea o judaica. Misma que perdura hasta la actualidad observada fielmente por nuestros hermanos mayores en la fe.

Este perdurar, la liturgia hebrea, a lo largo de los siglos, es en deberse a la concepción que el pueblo de Israel tiene de sí mismo, se sabe un pueblo distinto a todos los demás, un pueblo elegido, ¡¡un pueblo separado de entre todos los pueblos y naciones del mundo!! Por un designio de Dios que los ha constituido en Su Pueblo… y Él mismo en Su Dios. (Cfr. Éx. 19, 5-6).

Y es que Israel no puede entenderse ni explicarse al margen de su profunda experiencia de fe, su identidad misma está profundamente marcada por su concepción religiosa. Su ser Pueblo está ligado a su fe. La historia del surgimiento de esta Nación hunde sus raíces en la figura preeminente del Patriarca Abrahán y sus descendientes (Isaac y Jacob), él es modelo de fe y paradigma para todos los creyentes… su fe le fue reputada en justicia y le mereció, de parte del Dios generoso y misericordioso, su favor, su gracia.. para él y los suyos. (Gn. 15, 6).

Ya en el capítulo 14 del libro del Génesis se presenta un hecho que marcará la vida de Abrahán y los suyos (el Pueblo de la Alianza) la Liturgia realizada por Melquisedec, figura misteriosa de procedencia desconocida que, posteriormente fue entendida como prefiguración del Mesías Rey, que le bendice. La Liturgia hebrea va tomando forma… pues es ante todo creación de Dios, que actúa en favor de su Pueblo.

Si bien hemos dicho que la Liturgia ha de ser entendida como la acción gratuita y favorable de unos en beneficio del pueblo, no debemos perder de vista que es propia de esta la intercesión… ya en tiempo del Patriarca Abrahán también encontramos una referencia de esta práctica. Abrahán intercedió ante Yahvé por la vida de los “justos” que habitaran en Sodoma y Gomorra.

Paulatinamente se fue fraguando la práctica litúrgica de aquel Pueblo. Ya en tiempo de los Patriarcas, cuando el Pueblo era aún una sociedad nómada, de pastores, comienza a practicarse los sacrificios rituales, en ocasiones para conmemorar y dar gracias por un acontecimiento, en otras como desagravio al Señor por las ofensas o los pecados cometidos… como expiación.

Después de acaecido el Éxodo de Israel, de la opresión egipcia, por la acción de la mano poderosa del Señor a través de Moisés, se estableció la Cena ritual de Pascua que de forma perpetua conmemoraría tan gran acontecimiento, con todas sus prescripciones.

Los signos, gestos y acciones evocarían de forma ritual la actualización de los beneficios del Señor hacia su Pueblo, éstos tendrían que ser transmitidos de generación en generación. Conservando la memoria histórica del Pueblo de Dios.

Al pasar de ser un Pueblo nómada, exiliado posteriormente, y radicado en la Tierra prometida, por el Señor Dios a Abrahán, se fue consolidando la conciencia de Pueblo elegido, que reconoce en su propia historia la fidelidad y veracidad de las Promesas de Yahvé. El Señor mismo, a través del Legislador, Moisés, consolidará también las prácticas litúrgicas de Su Pueblo y las instituciones religiosas de Israel.

Al convertirse en una nación agrícola, dependiente de los ciclos y tiempos, van a ir asumiendo fiestas, originalmente de procedencia paganas, que purificarán ellos y conmemorarán la generosidad de Dios que les bendice permitiendo las cosechas, los frutos, etc. (Pascua, Tiendas, Pentecostés).

Al haberse consolidado Israel, habiéndose además convertido en un pueblo numeroso, amplio, pues no se debe olvidar que de los vástagos de Jacob surgieron las doce tribus, también se estableció los roles de cada tribu en favor de Israel, es decir todo el Pueblo. Aparece entonces el sacerdocio al que serían llamados los pertenecientes a la tribu de Leví (los levitas), que dedicarían su vida para servir a sus hermanos en las cosas de Dios, como más tarde diría el Apóstol Pablo en la carta a los hebreos.

Surgiría más tarde, la figura del Templo, deseado por el rey pastor, David, para rendir honor a Yahvé, Dios, pero que sería Salomón, su hijo, quien erigiría, la Morada del Señor, donde el Pueblo se reuniría para adorarle. Tornándose el Templo en el Corazón mismo de la vida de Israel.

A la par de la Sinagoga, es decir, el Templo, y las figuras de los sacerdotes hebreos, se irá profundizando el deber de observar los preceptos dictados por Yahvé. El Sábado, como día cultual, o día del descanso… consagrado a Dios, marcará de manera evidente la vida del pueblo judío. Será un distintivo de ellos con relación a las demás naciones.

Este día sagrado, el Sábado, para el Pueblo de la Antigua Alianza, será la ocasión en la que los hijos de Israel harán un alto en sus vidas para escuchar la Voz del Señor, de esta manera no perderá de vista su horizonte, se saben peregrinos, retoman su dignidad de personas, no esclavos, Dios les ha liberado… y esto se comprenderá mejor cuando la Divina Revelación sea plena a través de la predicación del Mesías.

Al ejercer la acción litúrgica, Israel, asume la vida con la confianza en el mismo Dios que los sacó de Egipto, vive sus experiencias con renovada mirada, expectante ante las acciones que Dios obra y viene obrando.     

Como hemos dicho antes, la acción litúrgica se torna inseparable de la cotidianeidad de Israel.

No obstante, se traiciona al sentido ortodoxo de la liturgia cuando en lugar de ser benéfica se vuelve opresiva, al perder de vista la misericordia, que Dios mismo ha manifestado a lo largo de la historia de la salvación, tornándose en carga pesada, en ocasiones imposible de llevar o soportar.

La liturgia hebrea de la que heredamos los cristianos grandes rasgos, liturgia cristiana, son ambas una prefiguración de la Liturgia celeste. En la que se descubre a Cristo mismo como nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, que al entrar en el Santuario del Cielo ofrece el Sacrificio de expiación por todos nosotros.

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